viernes, 27 de mayo de 2016

¿Merece la pena instaurar el SDDR en España? Así funciona el sistema de depósito

Desde hace ya algún tiempo nos vienen bombardeando sobre las bondades del SDDR y las maravillosas consecuencias que tendría su implantación sobre las tasas actuales de reciclado en nuestro país. Pero, ¿qué es un sistema de depósito y cómo funciona realmente? ¿De verdad es la solución para alcanzar los objetivos marcados por la Unión Europea en materia de reciclado?



La definición de “sistema de depósito” es tan sencilla como “un sistema en el cual se cobra un recargo al comprar un producto, que será reembolsado al devolver el producto” es decir, una fianza. En el caso de los envases de bebida de un solo uso, por ejemplo, si compro una botella o lata de bebida en cualquier tienda, me cobrarían el importe del depósito (aparte del precio de compra), el cual me devolverían solo si retornase el envase.

Bien, pero, ¿qué pasa una vez que he devuelto el envase a la tienda? Da la sensación de que todas estas latas y botellas desapareciesen milagrosamente y volvieran a aparecer convertidas en nueva materia prima en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, el proceso que seguirían estos envases es muy similar al que existe actualmente, ya que el destino que les espera sigue siendo el reciclaje. Unos camiones de recogida deberían ir por cada una de las tiendas recogiendo todos los envases retornados para trasladarlos a algún punto donde se clasificarían y almacenarían, para posteriormente enviarlos a su reciclador correspondiente. La logística de recogida puede ser muy diversa según las circunstancias de cada comercio.

  • Recogida manual: los dependientes de los comercios recogerían ellos mismos los envases, que deberían de identificar y guardar en bolsas sin compactar, y almacenar en sus establecimientos hasta la recogida por el gestor de residuos, además de devolver el depósito. Estos envases deben ir a una planta de conteo, que es similar a las plantas de clasificación de envases actuales, donde se contabilizarían, clasificarían y se compactarían los envases, enviando toda la información al sistema central.
  • Recogida automática: los comercios comprarían máquinas de retorno, las cuales aceptarían los envases, los contabilizarían, clasificarían y, según el tipo de máquina, compactarían; además de devolver un ticket canjeable en caja para recuperar el depósito. En este caso, no es necesario que los envases pasen por una planta de conteo, ya que las máquinas de retorno han realizado la misma función y mandan la información al sistema central, pero los envases sí que deben llevarse a algún sitio donde se almacenen hasta alcanzar una cantidad suficiente como para transportarlo a su reciclador correspondiente. Esta zona de almacenamiento (que normalmente no puede ser el mismo comercio por problemas de espacio), podrían ser las instalaciones del gestor de residuos que realice la recogida de los envases, las mismas plantas de conteo o un almacén central de distribución de la cadena de supermercado, en el caso de que se pudiese realizar la recogida a través de logística inversa. El problema que presenta la logística inversa desde el punto de vista de la distribución es que, en primer lugar, deberían darse de alta como gestores de residuos, y en segundo lugar, resultaría mucho más complicado (en ocasiones imposible) cumplir con la exigente legislación en materia de seguridad alimentaria con la que contamos en España, ya que se estarían transportando a la vez en el mismo camión, alimentos y residuos de envase.

Como hemos visto, sería necesario establecer una nueva red de recogida y tratamiento de residuos para los envases de bebida de un solo uso que estuviesen dentro del sistema de depósito, con los respectivos impactos ambientales y económicos asociados. Para el resto de envases (latas de conserva, bricks de leche, bandejas de plástico, botellas de productos de limpieza o higiene personal, bolsas de plástico, envoltorio de todo tipo…) sería necesario mantener el sistema actual de recogida mediante contenedores. Estamos duplicando el sistema para que al final, todos tengan el mismo fin: el reciclado material. Esto implica un coste económico importante que deberían asumir, en primer lugar, los envasadores que ponen en el mercado los envases de bebida a través de una tasa administrativa (equivalente al punto verde) y, en segundo lugar, los consumidores, ya que esa tasa administrativa acabaría repercutida en el precio del producto con el tiempo.

Hablemos ahora de tasas de reciclado. Supongamos que lográsemos alcanzar las altas tasas que se pueden obtener con este sistema, por ejemplo un 95% de retorno. Este 95% se refiere, única y exclusivamente, a los envases de bebida de un solo uso que entran dentro del sistema, no a la tasa global de reciclado del país. ¿Y cuánto suponen los envases de bebida de un solo uso respecto del total de residuos domésticos generados?

El porcentaje de envases ligeros dentro del total de residuos domésticos es, aproximadamente, entre un 10-15% del total, mientras que el porcentaje de envases de vidrio es en torno a un 6-10%. Dado que no está claro qué envases de bebida entrarían en el sistema de depósito (por ejemplo en Noruega solo se incluyen las botellas de plástico y las latas de agua, refrescos con y sin gas y cervezas, mientras que en Alemania se incluyen las botellas de plástico, vidrio y latas de agua, zumos, refrescos con y sin gas y cervezas), sólo se pueden realizar estimaciones, por ejemplo si un 10% del total de envases ligeros fuesen envases de bebida con depósito: un 10% de un 15% representa un 1,5% del total de residuos domésticos; aunque se retornase el 95% de este flujo, tan solo representaría un 1,425% más en la tasa de reciclado global de residuos domésticos.

¿Merece la pena realizar un esfuerzo económico, social y ambiental tan grande para conseguir aumentar las tasas de reciclado como mucho un 2% más de lo actual?


Paula Cinto Pardiñas
Técnico de Residuos