miércoles, 16 de mayo de 2012

Desperdiciar alimentos en los hogares contamina más que las emisiones de miles de coches


Una investigación realizada por científicos de la Universidad de Edimburgo revela que la leche desperdiciada en los hogares de su país (en un gesto tan sencillo como verter los restos del desayuno) genera cada año una huella de carbono equivalente a 100.000 toneladas de CO2, las emisiones anuales de 20.000 coches.

La leche no es una sustancia contaminante, por lo que la elevada huella de carbono que genera su desperdicio no se deriva de su composición, sino de los recursos naturales que se han utilizado en las explotaciones ganaderas para producirla y luego tirarla. Según ha informado el diario ABC, la investigación realizada por la Universidad de Edimburgo ha revelado que la cantidad de leche desperdiciada asciende a las 360.000 toneladas anuales.

La utilización de recursos naturales para producir alimentos que después no son consumidos tiene un grave impacto medioambiental. Reducir la cantidad de comida que se compra para evitar malgastarla es, según los investigadores escoceses, un gesto que podría disminuir de manera significativa las emisiones a la atmósfera. Aunque buscar nuevas formas de producción más eficientes para la industria alimentaria también contribuiría a la reducción del impacto medioambiental de la misma, no desperdiciar alimentos es una solución que podría aplicarse a efectos inmediatos.

Producción cárnica, elemento contaminante.

La producción de carne y otros productos de origen animal como los huevos o la leche envían a la atmósfera mayor cantidad de gases de efecto invernadero que los vegetales, ya que se cultivan grandes cantidades de cereales para alimentar al ganado. Según informa ABC, si la cantidad de pollo que se consume en los países desarrollados se redujera a la mitad, los efectos para el medio ambiente serían los mismos que retirar 10 millones de automóviles de las carreteras.

El responsable del estudio, David Reay, de la Escuela de Geociencias de la Universidad de Edimburgo, ha declarado que “comer menos carne y desperdiciar menos alimentos puede jugar un papel importante en ayudar a evitar el crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero a medida que aumenta la población mundial”. Las cifras de su investigación son claras: si el consumo de pollo cayera de los 26 kg anuales a la media japonesa de 12 kg, las emisiones mundiales de los gases producidos por las granjas avícolas caerían, reduciendo la producción mundial de óxido nitroso en un 20%.

Sin embargo, no se prevé una reducción de la demanda de carne ni de alimentos en general. Al contrario, se espera que el consumo de carne y alimentos crezca paralelamente a la población mundial.
Fuente: CompromisoRSE.com (15/05/2012)